viernes, diciembre 20, 2024
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La distorsión familiar y la añoranza de buenos ejemplos

Está claro que parte de los problemas sociales que enfrenta México actualmente -como seguridad pública, educación y falta de justicia-, tienen su origen en nuestras distorsionadas células familiares.

Aunque no podemos generalizar, reitero.

En Hermosillo, por ejemplo, es absurdo y de suma alcahuetería, que una pareja de profesionales del Derecho, hayan encubierto a su hijo mandándolo a Estados Unidos; luego de que el joven atropelló con su auto a una familia que envió al hospital y que gracias a Dios y a los médicos que aplicaron la ciencia, uno de los niños ya fue dado de alta.

Más o menos también en estas fechas, pero del sur del país, se difundió una pelea en donde una adolescente mató a su compañera golpeándola -muchas veces- con una piedra en la cabeza.

¡Por el amor de Dios!

Y todavía este lunes por la mañana, las televisoras nacionales dieron a conocer otro video en el cual una muchacha le pide ayuda a su mamá porque sufre de bullyng en su escuela; por lo que la iracunda progenitora le respondió golpeándola con el pretexto de enseñarla a defenderse.

¡Acción más despreciable no habíamos visto!

Esto nos dice, al final de cuentas, que no todo es culpa de los gobiernos; ya que la educación y la formación integral «se mama» en el hogar, dice el diputado Fermín Trujillo.

Lo cual resulta de suma importancia para el buen desarrollo de los individuos en nuestro entorno; donde debemos de practicar el respeto, la honestidad y otros valores que nos hacen crecer como mejores seres humanos.

Esperemos, pues, que resurjan esas culturas de la buena educación, cuando de niños nuestros papás y abuelos nos enseñaban a decir gracias ante un regalo o un gesto bonito de un tercero; y a distinguir lo bueno y lo malo, para de allí tomar la mejor decisión.

Nos advertían también, que golpear y matar a una persona nos llevaría al infierno.

Incluso nos hacían ver que responder de manera grosera a nuestros mayores o golpear a alguien, era un pecado que solamente se quitaban yendo a confesarlo al Padre en la capilla de La Candelaria, como era en mi caso.

Cómo extrañamos esos tiempos, en los que nuestras abuelas eran las más indicadas para hablarnos de Dios, de la Virgen de Guadalupe y de los buenos modales.

Hoy las cosas son muy distintas.

Los papás, si acaso permanecen juntos, se la pasan todo el día trabajando para traer el sustento familiar y sin saber si sus hijos le meten ganas a la escuela; que al final de cuentas es la única obligación que tienen en la vida (mientras sean menores de edad o permanezcan estudiando, claro).

Y si los papás están separados, las cosas todavía son peores; ya que muchos ex esposos se la pasan peleándose por el dinero de la pensión de sus hijos y checándose uno al otro qué pareja trae cada quién.

Ojalá que el gobierno, en cualquiera de sus tres niveles, emprendiera acciones para inculcar en los padres de familia esos valores y principios morales que también deben ser transmitidos a nuestros hijos.

Menos mal que, a diferencia de Estados Unidos, nosotros no sufrimos esas acostumbradas tragedias provocadas por psicópatas que acribillan a estudiantes en escuelas de diferentes niveles; como acaba de suceder este lunes en Nashville.

Como ya se enteró usted, una mujer identificada como ex alumna de 28 años de edad, entró disparando a una escuela y después acribilló a seis niños de nueve años cada uno y tres personas mayores.

Al llegar las autoridades policiacas y para evitar mayores desgracias, hubo la necesidad de abatir a la mujer.

Igual como ha sucedido en los cientos de casos gringos, y de los cuales nos hemos enterado en los últimos años.

Esperemos que aquí en México, las cosas no lleguen a ese extremo y prevengamos cualquier tipo de tragedia y distorsión social.

Cierto que ha habido muchos esfuerzos que no han dado los resultados que quisiéramos, como han sido los Centros Hábitat que se encuentran en México y en muchas partes del mundo.

Pero hace falta más.

Quizá una campaña permanente de formación íntegra, de inculcar más valores, de mostrar ejemplos de superación; y evitar, en lo posible, las apologías del delito que se transmiten a través de la música, la televisión y principalmente en las redes sociales de internet que están a disposición de cualquier persona en el mundo a través de un teléfono celular.

Esperemos, pues, que las cosas no lleguen a otros extremos, en los cuales no haya modo de darle reversa.

Que tengan bonito día