Evidentemente, el municipio de Cajeme se encuentra pasando por momentos complejos de transformaciones y cambios, los cuales, han provocado roces sociales y problemáticas generalizadas en la comunidad desde hace más de una década. Comenzaremos por mencionar la más reciente de ellas; el tema de los bajos precios del trigo, la cual, por sí misma no significa un génesis, sino más bien, debería de catalogarse como la continuación de una lucha que dió inicio a principios del siglo en turno con la sequía de 2003 y que prosiguió con la afamada lucha del “No al Novillo” de 2012. Más allá de hablar sobre si los agricultores tienen o no la razón, es innegable decir que el orgullo de Cajeme, el Valle del Yaqui, ha entrado en una crisis de proporciones nunca vistas, generada en gran medida por problemáticas integrales, es decir, no es solamente el bajo costo del precio del trigo, a ello habría que sumarle, la carestía del agua que se vive a nivel mundial, la globalización del mercado y, sobre todo, la difícil condición económica y social que atraviesa la comunidad lo que en gran medida a desembocado en dicha situación.
Por su parte, las problemáticas ligadas a la inseguridad, la incertidumbre económica, la carencia de infraestructura pública, el éxodo de jóvenes a nuevas latitudes, entre algunas otras, han provocado un desánimo generalizado, los cuales, tienen una correlación entre cada uno de ellos, de igual forma, es preciso comentar que, el hecho que dichas problemáticas hayan comenzado a brotar en la actualidad no obedece únicamente a factores del momento, sino más bien, es imprescindible reconocer que prácticamente desde la entrada del nuevo siglo, los cajemenses hemos ido de tropiezo en tropiezo sin que hasta la fecha se avizore la luz al final del túnel.
Dicho lo anterior, los cajemenses deben de vivir un proceso profundo de reflexión, en primera instancia para identificar lo que se ha hecho mal hasta el momento y, acto seguido, tomar acciones que les pongan de nuevo en la ruta para retomar el rumbo, ya que, como bien dice el dicho, no hay viento favorable para un barco que no tiene rumbo, por lo cual, tomar decisiones efectivas en el día a día y comenzar por uno mismo en la búsqueda del cambio debería ser el principal objetivo.
Empero, como todas las transformaciones profundas, no es suficiente con acciones aisladas e individuales, sobre todo, si identificamos la situación tan compleja en la que está postrada el municipio de Cajeme. Por lo tanto, guste o no, es desde la acción política donde se cuenta con las facultades economicas, jurídicas, de infraestructura, de herramientas y, sobre todo, del monopolio del uso de la fuerza, para ejercer acciones que incidan de manera positiva en los habitantes de su municipio, por lo cual, dar el primer paso en la conciencia sobre la importancia de la participación política deberá ser el punto de partida para un cambio profundo que no solamente derive en el cambio de color en el poder o su continuidad, sino más bien, en un cambio de regimen que siente las bases del Cajeme del futuro.
Es ahí justamente donde estriba el reto ya que, recientemente las elecciones electorales se han remitido solamente a elegir al “menos peor” de los aspirantes, y más aún cuando por una parte nuestras opciones se encuentran ancladas al pasado, por un lado, partidos supuestamente nuevos con integrantes del pasado que pusieron a Cajeme en estas condiciones desde otras instituciones, y partidos del pasado que no encuentran el rumbo de la confianza y credibilidad electoral del futuro.
La respuesta ha esta falsa dicotomía se encuentra en la sangre nueva, es decir, caras nuevas de mujeres y hombres de bien que se conviertan en agentes de cambio capaces de realizar una refundación de Cajeme de abajo hacia arriba para romper los muros que ha fincado una clase política que se enquistó en el poder desde hace un cuarto de siglo.
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