Poco a poco y sin que hubiéramos podido darnos cuenta, el país comenzó una ruta hacia la división de un par de polos sociales los cuales, conforme el paso de los años han ahondado aún más sus diferencias generando una clara y diáfana fragmentación entre mexicanos que antes se encontraban si bien es cierto, no unidos, pero sí incorporados en el dinamismo nacional.
Es complicado encontrar el punto de inflexión que generó dicho desprendimiento, ya que, aunque muchos adjudican dicho divisionismo al presidente actual, Andrés Manuel López Obrador, es importante reconocer que, los conflictos y desacuerdos entre estos dos polos se han venido cultivando prácticamente desde la entrada al siglo XXI, por lo que, en los años recientes solo hemos visto como la tonalidad del conflicto se ha ahondado al plano político y gubernamental.
Para comenzar, debemos de definir a ambos bandos de la población, los cuales, muchos políticos con fines personales se han empeñado en desestimar al decir que solo hay un polo de mexicanos y los demás son minorías, lo cual no puede ser más errado, ya que, si analizamos los números y los datos duros nos encontramos por una parte a los mexicanos que se han quedado rezagados en el camino, los cuales representan en México a una gran parte de la población que se siente resentida e identificada con la retórica y las políticas públicas encabezadas por el partido oficial Morena, quienes a pesar de ser el centro de atención del gobierno actual han incrementado su número, es decir, desde 2018, año en que dió inicio el gobierno de la Cuarta Transformación, la cantidad de personas en situación de pobreza según el Coneval aumentó en 4 millones más de personas, de los cuales la mitad entró en la situación de pobreza extrema, asimismo, en el mismo lapso de tiempo, 15 millones de mexicanos más presentaron carencias en el acceso a la salud.
Por otra parte, nos encontramos con el México urbanizado, quienes se quejan de tener que cargar con gran parte del país y, se han sentido olvidados por el gobierno actual, entre los que se encuentran principalmente mujeres y hombres en edad joven, con estudios universitarios y que por lo regular se concentran en poblaciones urbanas densamente pobladas.
Lo anterior se hace evidente cuando volteamos a ver los datos duros, como la encuesta publicada recientemente por El Financiero donde la aprobación presidencial alcanza los niveles del 70% en los mexicanos con 50 años o más, mientras que entre los jóvenes de 18 a 29 años solo alcanza el 49%, de igual forma, entre las personas que cuentan solamente educación básica la aprobación del presidente alcanza el 67% en contraste con las personas que cuentan con educación universitaria obteniendo tan sólo el 44%.
De la misma manera, como comentamos con anterioridad, las elecciones intermedias de 2021 significaron una ruptura mayor entre ambos polos, ya que, en las capitales del país los gobiernos emanados de Morena solamente representan el 41% de las alcaldías, es decir, 13 ayuntamientos, mientras los partidos de oposición lograron la victoria en 18, aunado al caso particular de la CDMX donde esta división levantó un muro tácito entre los dos polos, en el que prácticamente la mitad de la capital del país quedó gobernada por mandos emanados de la alianza PAN, PRI y PRD, mientras que la mitad restante quedó en manos de alcaldes Morenistas.
Reconocer lo anterior, deberá ser el primer paso para entender la coyuntura por la que atraviesa nuestro país en la actualidad, posteriormente, por el bien de todos los mexicanos y, de cara a los comicios de 2024, el próximo presidente de la república deberá ser una persona con la capacidad de reconciliar a dos polos que se han distanciado entorno a un proyecto de nación que nos coloque de nuevo en la ruta del progreso para todos.
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